El cuarto chakra es la estación central del sistema energético humano y determina su salud y fuerza. Su energía es de naturaleza emocional y contribuye a impulsar el desarrollo afectivo. Representa la lección espiritual que nos enseña a manifestar el amor y la compasión y a reconocer que la energía más potente que tenemos es el amor.

Situado en el centro del pecho está conectado energéticamente con el cuerpo físico en el corazón, el aparato circulatorio, costillas, pechos, timo, pulmones, hombros, brazos, manos y diafragma; y con nuestro cuerpo emocional con nuestras percepciones emotivas que determinan la calidad de nuestra vida mucho más que las percepciones mentales. Cuando somos adultos, se nos desafía a generar en nuestro interior un ambiente y una estabilidad emocional con los cuales actuar conscientemente y con compasión. Representa nuestra capacidad para “confiar en el universo” aceptando nuestros problemas emocionales cómo una prolongación del plan divino, cuya intención es nuestra evolución consciente.

El desafío inherente es el de establecer relaciones sanas con los demás. Los miedos son el miedo a la soledad, al compromiso y a “obedecer al corazón”, miedo a la incapacidad de protegerse emocionalmente; miedo a la debilidad y traición emocional.

La pérdida de la energía puede ocasionar celos, amargura, rabia, odio e incapacidad de perdonar. Las fuerzas principales son el amor, el perdón, compasión, dedicación, inspiración, esperanza, confianza y capacidad para sanarse uno y sanar a otros.

 

La verdad sagrada es “El amor es poder divino”. La energía del Amor es poder puro. Nos sentimos atraídos e intimidados por el amor en igual medida. El amor nos motiva, nos domina, nos inspira, nos sana y nos destruye. El amor es el combustible de nuestro cuerpo físico y espiritual. Cada uno de los desafíos de la vida es una enseñanza sobre algún aspecto del amor.

EL PODER DEL AMOR

Dado el poder que tiene el Amor, vamos conociendo esta energía en fases o etapas. Cada fase nos presenta una lección sobre la intensidad y las formas del amor: perdón, compasión, generosidad, amabilidad, cariño por uno mismo y por los demás. Las crisis de la vida, cuyo núcleo es un programa de amor, pueden ser causantes de una enfermedad. La curación física puede requerir la curación de los problemas emocionales.

Amarse a sí mismo, significa tener valor para escuchar los mensajes de las emociones y las directrices espirituales del corazón. El arquetipo al que con más frecuencia nos guía el corazón para sanar es el de “niño herido”. Éste contiene estructuras emocionales lesionadas de nuestra juventud, en forma de recuerdos dolorosos, actitudes negativas e imágenes personales disfuncionales.

Estas modalidades, pueden dañar las relaciones afectivas, la vida personal y profesional, y la salud. El amor a ti mismo comienza por enfrentarte a esta fuerza arquetípica del interior de la psique y liberarte de la autoridad del  “niño herido”. Si no se curan las heridas nos mantienen anclados al pasado.

Seguir la propia orientación intuitiva es la forma superior de cuidado preventivo de la salud. Las energías espirituales del corazón avisan de que los recuerdos negativos podrían estar dañando la salud física. El sistema intuitivo de todas las personas funciona así.

Sanar es posible mediante actos de perdón. El perdón no es una mera opción, sino una necesidad para la curación. Es un acto espiritual esencial que ha de producirse para que el ser humano se abra totalmente al poder sanador del amor.

 

Amarnos a nosotros mismos significa querernos lo suficiente para perdonar a las personas de nuestro pasado, a fin de que las heridas ya no puedan hacernos daño, porque nuestras heridas nos capacitan para pasar de la relación infantil con nuestro interior a una relación en que participamos con el Ser Interno en la manifestación del amor y la compasión.

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